27 de enero de 2024

En la trinchera

En el origen de todas las cosas estaban Zoon, Larva y Vorj. Los tres individuos buscaban un método o un medio para contrarrestar toda la sucia podredumbre de la humanidad. Yo sólo puedo decir, como último Octavio al pulso... Qué no fui traicionado pero sí atacado por mis propias camaradas. Sentí lo que siente perfectamente cualquier ser humano que cree ciegamente en una abstracción tan hermosas que casi se vuelve una aberración. Han pasado años desde que inauguramos este portal kamikaze francotirador y absoluto. Después cometimos errores bautizamos con buena fe a un parásito y añadimos una esperanza al portal. Pero todo eso sólo fueron errores. Quisiera pensar que sólo eran errores rutinarios y no una lapidación en vivo y en directo. Y si no es molestia, por favor dejadme morir con este barco o sumérganme en la boca de la hidra. Valcour se volvió un integrante más. El Neo-Valcour: W. Y cuándo mi enfermedad estaba casi a punto de apoderarse de mí cuándo estaba a un dedo de gatillo de canibalizar a uno de mis vecinos escuché una voz dentro de la bestia roja y maligna en la que me estaba convirtiendo... Me dijo Licantropolitano que volviera mi herida en una espada. Qué amara mis cicatrices y que resurgiera del abismo en el que me encontraba... Me sugirió incluso que lapidaria yo mismo mi propia catedral. Explosivos y fuego por todas partes. Catacumbas y asesinos saliéndose con las suyas... No, no, no... Eso no lo iba a tolerar. Pero si es que... ¿SMA está clínicamente muerto?, ¿Qué más da si al menos fue y es mío? Mi propio hijo enfermo y deforme, tullido y maloliente como la carne de una herida con gusanos podridos en la grasa corporal de algún vagabundo. Robándole horas a la noche. Tomando pastillas que mi alma llora. Bebiendo vino para adormecerme. Supurando odio en rabia roja bajo mi nariz rota. Con los ojos petrificados al ver la muerte y resurrección de un Cristo Bujarra y apestoso. Así me veo. Así os veo. No fue para nada justo que me dejarais solo ante la infamia. Es que no veis lo que tengo bajo mía hombros. Es que no os hacéis ni idea de lo significais para mí. Es que no entendéis que yo no quiero vivir. Qué hace tiempo que hice un pacto silencioso con la muerte. Déjame vivir sólo si todos vosotros existís cerca mío. Yo no quiero un puto premio. Yo quiero mi banda organizada de escritores malditos, benditos, iluminados, dichosos, arrogantes, buenos, humanos, mortales, enamorados, naciendo y muriendo pero al lado mío. Y os escribo desde un puto teléfono móvil. Cómo un sucio sudaca mascando chicle y fingiendo que duerme... Que tengo sólo día y medio para respirar y gracias a todo esto probablemente tenga que estar otra semana más ingresado en esa suerte de baba nauseabunda fétida habitación del horror que es un psiquiátrico. ¿Sabéis quién puso el pecho y la cara cuando de público "Kramer"? ¿Sabéis que me obligaban a dar nombres direcciones sobre vosotros, sobre vuestro anonimato? Yo puse las manos al fuego sólo por defender la libertad artística y de expresión... Y no lo digo orgulloso. Lo digo con tristeza. Por qué si todo mi empeño y amor... Por qué me abandonáis así camaradas. Por qué no me lanzais un cinturón de seguridad, un chaleco salvavidas, algo... Me río. Soy perverso. No me compadezco de nada ni de mí mismo. No excuse, no Mercy. Os entiendo bien. Os entiendo demasiado bien. Y mientras el tiempo pasa. Me salen más arrugas y canas sigo buscando en alguna parte esa maldita carta de 6 folios que me escribió Larva. ¿Por qué nadie guardó una copia? ¿No entendéis que sólo era un muchacho con problemas que no entendía nada del amor porque nunca lo llego a conocer en profundidad? ¿Merezco todo este castigo yo también Zoon? ¿Merezco este sucio y amargo trato? Okay. Pero si hay algo que puedo decir en mi defensa es que SMA nunca ha estado muerta y si me lo ponéis así de crudo yo seré igual de crudo. Y no tendré contemplaciones a la hora de hablar de mis sentimientos sociopáticos ni de mis enamoramientos psicopáticos. No voy a tener ningún tipo de pudor. Y una vez muerto todo aquello que ame sólo seré un no-muerto. Con los ojos en negro el aura cruel y los labios quemados por el tabaco rancio. Seré además una marioneta de todos mis impulsos. Y no descansaré hasta que Dios me diga que pare. No voy a retroceder. Eso de tirar la piedra y borrar la mano ya no existe nunca jamás. No me habéis enfadado camaradas. Sólo me habéis apuñalado. Pero descuidad. Aunque la navaja mariposa tenga agujeros para que se filtre el oxígeno en el objetivo tengo bastante grasa cómo para soportar varias puñaladas. Primero fue Zarza. Luego mi madre. Más tarde mi hermana. Y trágicamente suave y lentamente mi padre en cierto sentido. Aunque quiero pensar que esto sólo es un delirio... Luego varias muchachitas guapísimas me apuñalaron. No soy un asesino. Ni un acosador. Lo que sí digo al mundo. No estoy bien. Estoy enfermo por favor sed amables conmigo. Larva me dejaste si respiración. Zoon, lo tuyo fue más cómodo jugar a ser asesinos con navajas afiladas. Dudo que quisieras perforarme algún pulmón. Pero ya no soy ningún niñato. Tengo la mirada afilada. No estoy de mala leche. Esa leche ya no existe. Sólo está el vino rojo y el pan duro. Algo de choco para fumar con algún hermano. El polen en las flores que también se fuma. Y las plantas que también se fuman. No estoy disgustado, sólo estoy digiriendo lentamente cada uno de los sucesos que transcurren en los últimos días. Y lo menos que quiero es a chivatos que no saben meterse en sus putas y rancias vidas. Estoy pletórico. Fuerte como un toro. Intoxicado con los antipsicóticos y podrido de poder acumulado. Me daré una ducha fría me afeitaré y saldré a la calle. Dejaré para la noche mi relato sobre el desayuno de un muerto. Pensaré en Albertito. Meditaré agradeciéndole a Dios la dicha de poder morir cada noche y buscaré mis gafas de sol. Hoy será un día extraordinario. Gracias hermanos por hacer de mí noche una guarida más acogedora. Y por volverme tan puro y ligero que no necesito nada de nadie salvo a uno o dos camaradas que no se andan con dramas. No siento odio. No siento amor. Siento una fría y terrible sensación de paz. Porque yo nunca dejé que SMA se muriera de sed. Y no sabéis la sed que siente uno en el psiquiátrico cuándo lo único que logra gritar a vivo moribundo pulmón, mientras estás atado de manos y pies, desnudo, meado y sin apetito: "¡POR FAVOR A******** PERDÓNAME TE LO SUPLICO NO PUEDO MÁS. SIN TI NO SIENTO NINGÚN TIPO DE PAZ: NO SIENTO NADA!"

15 de enero de 2024

CIUDAD RODRIGO

Muchas veces fui a Ciudad Rodrigo. La he visitado reiteradamente en numerosas ocasiones, pero siempre me ha defraudado. No pasa un sólo día sin que me pregunte qué tendrá Ciudad Rodrigo. Una y otra vez fui con el objeto de descubrirlo. Al principio de forma ocasional un par de veces al año, sin embargo, poco a poco, el misterio fue minando mi voluntad de resistencia. La obsesión iba en aumento y era incapaz de frenarla. Todos los fines de semana hacía 200 km en coche hasta Ciudad Rodrigo. Durante el camino escrutaba sus alrededores en busca de aquello que anhelaba y que, sin embargo, alguna fuerza desconocida me ocultaba. El misterio está vetado, solía decirme. ¿Pero qué diablos tendrá esta ciudad? Atravesaba sus murallas con el corazón encogido, recorría sus calles y observaba a sus ciudadanos de un modo que quizás podría tildarse de increpante, pero yo sólo quería compartir junto con todos aquellos que la visitaban la misma sensación, la misma certidumbre de que cuando uno visita Ciudad Rodrigo regresa como anonadado. Entonces comencé a ausentarme del trabajo, poniendo cualquier clase de pretexto hasta que me despidieron. Ya no sólo iba dos o tres veces a la semana, sino que incluso diariamente, y no una, sino varias veces al día. Cuando llegaba a casa, desolado, sin energías, todavía en mis sueños seguía haciéndome la misma pregunta. Una y otra vez, durante todos estos años, volvía a Ciudad Rodrigo con el fin de reafirmar o refutar la terrible convicción de que en realidad, a excepción de las murallas y un par de fachadas, Ciudad Rodrigo no poseía un elevado valor turístico. Al final mi mujer me echó de casa y nos terminamos divorciando, por lo que tomé la decisión de mudarme definitivamente a Ciudad Rodrigo. Ahora vagabundeo por sus calles todos los días y sigo pensando lo mismo. Me he convertido en un negacionista, en un espíritu de resistencia y, a pesar de que me devano los sesos una y otra vez, cada día tengo más claro que visitar esta ciudad no merece la pena.

14 de enero de 2024

Halcón y León cagaos de miedo por un pobre sudaka, infeliz y eskizofréniko :(

¿Me echabas de menos? :) 

 

Mi alma en guerra

 La brecha de mi alma era grotescamente enorme, palpitante y sangrienta; nacida de la más dolorosa traición y del egoísmo absoluto, intentaba evitar verter más sangre de la pudiera albergar. Con el rostro desencajado intentaba respirar a bocajarro, pero era complicado porque el dolor era muy intenso. El tiempo era completamente innecesario porque habían pasado casi diez años desde aquella herida. Y sin embargo todavía sentía fresco el abismo en mi pecho, por el que, con tortura y dedicación, se fue drenando poco a poco mi alma. Ya no quedaba ni sangre ni alma dentro de mí, tenía que conformarme con ser un zombie, una cáscara vacía, carne y depresión. Mis días no habían ido bien, para nada. Y aunque estaba completamente aislado, petrificado y herido; intentaba, por todos los medios, encontrar un poco de fe. Porque si no era cierto que Dios me había abandonado, era completamente cierto que yo sí había abandonado a Dios. Y él había aceptado que esto ocurriera. No había nada a mi alrededor, sólo ruinas, calamidades, gente silenciosamente gris, y falsedades. Y era allí cuándo me preguntaba ¿por qué no acabas con todo esto ya, y simplemente mueres? Ya estaba muerto en vida, ya estaba lo suficientemente humillando ante la vida cómo para poder hacer algo. Y mientras yacía moribundo en la habitación, los espíritus, demonios, entes, y criaturas que se alimentaban de mi baja vibración me observaban mientras las canas y la mugre me iba consumiendo. Mi dolor es sublime y nace de una convicción tan dura que no se puede digerir. He dejado de ser un humano sólido, a ser simplemente un resto, escoria; orina y sudor. Me mataba por completo la perspectiva de una vida tan ingrata. El dolor y la angustia era tan grande que lo único que podía hacer era contemplar la vida con ojos recelosos llenos de la más deleitosa de las drogas humanas: el odio. Pero incluso mi odio era febril, no tenía espíritu suficiente cómo para odiar con intensidad.

20 de septiembre de 2023

El mendigo y el viajero

 ¡Cuántos cuentos absurdos se han escrito a lo largo de los milenios!

[Este Cuento, más adelante]


Al borde del camino había un feo Mendigo. Llevaba más de treinta años pidiendo limosna a los viajeros, siempre en el mismo lugar, con su cara arrugada, llena de verrugas y de gérmenes. Sentado sobre una pequeña caja de madera carcomida, el Mendigo extendía su gorra, antiguamente de color verde esmeralda pero ahora de un amarillo pistacho, y decía: «por favor, una ayudita para los hambrientos…».

    Una mañana llegó un Viajero y el Mendigo, debilitado porque hacía días que nadie cruzaba por su Camino y le daba de comer, extendió su gorra en descomposición cromática y dijo, como solía: «por favor, una ayudita para los hambrientos…».

Pero el Viajero juzgó el ruego de una exigencia muy inapropiada, porque allí sólo estaban ellos dos y sólo uno era el hambriento, de manera que el Mendigo debió decir que le diera a él una ayuda para comer. Creyó ver en el mendigo un atisbo de mediocridad embustera y tal vez un secreto. Hasta sus ojos le parecían demasiado pequeños, demasiado rasgados, ocultos tras las arrugas y las costras. Es mucho más común de lo que parece, sin embargo, confundir los brillos de un tesoro con los resplandores de un relámpago.

«¿Qué hay dentro de esa caja?» preguntó el Viajero, al percatarse de aquella caja tan extraña que el Mendigo utilizaba como asiento. Más que una caja aparentaba ser un cofre. Eso le parecía al Viajero, tentado por aquella dulce promesa. El Mendigo carraspeó nervioso, se alteró infantilmente y apenas balbució unas pocas frases de palmaria torpeza. 

    «¿En mi caja? Ejem, ejem, pues no lo sé. Nunca he mirado dentro, etcétera. Creo que nada. Pero ale, ale, siga su camino, no parece que vaya a concederme un miserable duro…» dijo el Mendigo, buscando espantar al Viajero, o por lo menos ofenderle, con ese gesto de las manos tan común pero ofensivo, que consiste en afearle a alguien su mera presencia ante nosotros agitando los nudillos en sus narices como si de un vapor apestoso se tratase. 

«Mire dentro, por favor» ordenó implacable el Viajero. Los viajeros no son moco de pavo.  La mayoría de los viajeros que se cruzan por nuestros caminos han conocido mucho mundo, probado exquisitos manjares, conquistado un número infinito de mujeres, sobrevivido a un par de duelos, leído tantos libros y tan misteriosos que su sola presencia espanta a los fantasmas y recaudado una gran fortuna con lucrativos y soberbios negocios. Sus cabezas son fenomenales almacenes de profundas sabidurías y divertidas anécdotas. A los niños les encanta oír sus historias. Hasta sus amigos los envidian. Por donde pisan la hierba crece más verde y se dora en un bucle definitivo de purísimo placer.

«La verdad que prefiero que no» murmuró exhausto el Mendigo. Se había cansado solamente de mover las manos. Así de desnutrido se encontraba. 

«Pues si no miras tú, tendré que hacerlo yo. No puedo seguir mi camino si no miro qué hay dentro de la caja» dijo autoritario el Gran Viajero. 

«Pero yo no sé si puedo permitírselo, señor. No, definitivamente no puedo…».

Irritado por aquella negativa tan estéril e impotente, el Viajero cargó contra el Mendigo, lo hizo a un lado de un empujón tras un brevísimo forcejeo y abrió la tapa de la caja. Cualquiera que hubiera sido testigo de aquella sencilla pelea reconocería que, a pesar de la enorme desigualdad física existente entre ambos contrincantes, el Mendigo se había esforzado sobremanera. Pero, ¿cuánto vale el esfuerzo de un mendigo? Poco, muy poco, casi nada. 

El Viajero hundió las narices hasta el fondo de aquella caja. ¡Qué idiota! Si hubiera leído este cuento antes de protagonizarlo todo le habría ido mucho mejor. Naturalmente, yo no tendría historia alguna que contar, o no ésta, tendría que improvisar alguna otra y quién sabe si no sería mucho más absurda. ¡Cuántos cuentos absurdos se han escrito a lo largo de los milenios! No, nunca más. 

Dentro se encontró el Viajero en un nebuloso infinito de mares que volcaban unos sobre los otros, fundiéndose y desvaneciéndose en oleadas, muriendo y resucitando, matándose y procreando, todo en un mismo y bravísimo gesto. ¡Pero no, ingenuo lector! Aquellas olas, aquellos mares no eran mares como esos mares a los que seguramente tú estés habituado, independientemente de si los has visto en costas o en postales. ¡Pues no eran mares, sino lenguas! ¡Eran lenguas, miles de millones de lenguas rojas como fresones salvajes e hinchadas como sandías! Lenguas humanas mecidas por una fría corriente de más lenguas humanas, en una corriente de lenguas que se mecían a sí mismas. ¿Y dónde están las palabras?, se preguntará el lector impaciente. ¡Ah! Las palabras eran rayos, rayos cegadores que atravesaban los ojos como finísimas agujas de luz electrocutada, rayos silenciosos y secos, así como húmedas y dicharacheras son las lenguas, rayos silenciosos como la fuente demoníaca en que se sumía todo aquel baile desastroso y toda aquella lucha zafia y promiscua, aparentando una brutal masa de estúpido movimiento sin sentido ni dirección.

Luego de apartar su mirada del interior de la caja, advirtió el penoso Viajero que había quedado mudo, inútil para la oratoria y por lo tanto los negocios y las conquistas, pues su lengua le había sido arrancada de la boca y ya no podía proferir palabra o grito alguno. Vivir es ir perdiendo las ganas de ganar dinero para sustituirlas por las ganas de dejar huella, ya sea en forma de obras intelectuales, imperios, hijos o gritos bastante horribles, pues también los gritos embarazan. ¿Cuánto tiempo había pasado mirando aquel abismo temible e insondable y otros muchos adjetivos que mejor ahorrarnos, para que el pobre Viajero pueda volver pronto sobre sus pasos y hallar consuelo en su lecho? No podría decirlo. Un segundo, tal vez cien años, tal vez el abismo lo engendró, tal vez el abismo lo retenga en su seno hasta el fin del mundo y lo esté ahora mismo rebozando en lenguas como a un filete de pollo en pan rallado y huevo…

«Se lo advertí» le dijo el Mendigo, de rodillas en medio del camino, mirando al Cielo y dirigiéndose a sus compasivos testigos. «Mira que se lo advertí: usted pensó que habría algo de valor en mi caja, porque es lo que todos los Viajeros piensan, pero yo sé que mi caja sólo esconde el Infierno. ¿Que cómo lo sé? Porque de algún modo esa caja es también mi corazón, mi lengua está bien, gracias por preguntar, pero los mandamases del imperio infernal que mi caja alberga me han prohibido hablar del asunto, y yo les tengo tanto miedo que obedezco… Lo único que puedo hacer es pelear para que no abran la caja y regañarles cuando la abren. Pero soy muy débil y todo el mundo me vence sin dificultad. ¡Ay! Si tan solo me dieran de comer antes de abrir la caja, y no después, yo podría hasta mostrar alguna especie de resistencia… Como dice un amigo mío, al que estimo y de hecho admiro: si hubieras leído este cuento antes de protagonizarlo todo te habría ido mucho mejor…»



19 de septiembre de 2023

De pie sobre mi lápida

Estoy consumido por un ente que lo devora todo y no deja nada en mí. Se alimenta de mi sed y de mi hambre. Lo noto reptando por mi oreja. No hay nada que pueda hacer jugué con cartas demasiado peligrosas. La vida sigue, la gente tiene hijos y algunos gozan del amor. Para mí hay un plato con cenizas de lo que una vez pude alimentarme. No tengo nada que sea solido y sagrado... Para mí no hay familia. Todo es un juego de sutilezas y compromisos. Sé que mis padres no están orgullosos de mí. Sé que soy un estorbo, por eso me pregunto, ¿cuándo se torcerá todo una vez más y podré por fin matarme? ¿Qué tiene que pasar para que me digne a suicidarme? No me siento bien. Todo es una máscara que cubre una terrible cicatriz. El tiempo pasa y yo me hago viejo. Mis padre morirán algún día y ese será el día que no pueda digerir, pese a que la familia sea una completa farsa. He quedado extraviado entre dos vidas muy diferentes. No encuentro palabras para reconciliarme conmigo mismo. Estoy mudo frente a mí mismo, sin nada que pueda hacer. Ni una sola mueca. Mientras se precipita el tiempo y espero a que la gente enloquezca y se consuma a sí misma como yo conmigo mismo. No estoy de pie, estoy más cerca del asfalto que mi propia sombra. De rodillas y suplicante algo de visión. No creo que exista ningún sentido de la vida, salvo más allá que la biología y la especie. Soy un marginado de mi propia existencia. Y mientras las arrugas se claven en mí, yo me iré convirtiendo cada vez más en un engendro. Necesito un coro de suicidas enamorados que me dejen unirme a su grupo. No siento sangre en mi cuerpo. Mi alma se evapora cada vez más. Y de mí no queda nada que no sea carne y huesos. El mundo, la gente, la existencia es una auténtica bazofia; y yo lo sé con tanta exactitud que me da miedo admitir que he llegado al final de mi vida. Nunca pensé que llegaría tan lejos y tan desmejorado. ¿Qué se siente ser viejo? Yo lo sé. Porque no guardo esperanzas en nada. Estoy completamente solo. Deambulando entre espejos rotos y sueños sin cumplir. Entre flechazos de odio y enamoramientos ficticios sólo por no enloquecer. Mentiras que uno se puede contar a sí mismo. ¿Por qué no encuentro paz? Debí haber muerto con el primer invierno que conocí. Ni más ni menos que el primero. Suficiente experiencia vital en ese tiempo. Debí suicidarme en pleno brote esquizofrénico. Debí haber muerto ahogado con la agria leche del pecho de mi madre. Y no esperar a morir en un cóctel de leche con pastillas. El tiempo se acabó para mí, no veo ninguna forma de salir de este agujero de mugre y destrucción. Y sin embargo, es una pena que una mente tan privilegiada para asumir el mundo y sobrevivir tenga que matarse para evitar el tedio de la espera...